Las tareas de Juan Andrés
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Alberto Etchegaray
Alberto Etchegaray
Juan Andrés Camus asumió hace unas semanas como nuevo presidente de la Bolsa de Comercio. Un desafío no menor considerando que el mercado financiero chileno y la sociedad han vivido importantes cambios en los últimos años que se han traducido en mayores requerimientos de transparencia para sus principales actores. La Bolsa debe asumir que tiene una responsabilidad fiduciaria y de competitividad que va más allá del mandato específico de sus accionistas. Al tenor de las primeras declaraciones de Juan Andrés al asumir la presidencia, pareciera que así lo entiende.
Por eso es destacable que identificara como elementos centrales de su agenda el mejorar la transparencia y el tratamiento de los potenciales conflictos de interés de las corredoras, tareas que resultan evidentes considerando que ambas eran preocupaciones transversales del mercado, reguladores y opinión pública. Y ya sabemos que mercados desconfiados se traducen en mercados poco competitivos.
Me atrevo a plantear dos bajadas concretas de esa agenda, una operacional y otra de gobierno corporativo.
La operacional vinculada a limitar decididamente el potencial front running. Como sabemos, la gran mayoría de las corredoras hacen operaciones no solo “por cuenta del cliente” sino también por “cuenta propia”, circunstancia no prohibida pero que tiene grandes riesgos para los clientes en caso de actuaciones irregulares. ¿Y de qué se trata? Básicamente de la conducta irregular de la corredora de beneficiar sus posiciones a costa de las posiciones del cliente, tomando decisiones por cuenta propia de compra (si ven que la orden del cliente va a hacer subir los precios de un valor) o venta (si ven que la orden del cliente va a hacer bajar los precios) pensando más en su propio beneficio que en los del cliente. Dadas las obvias asimetrías de información, al cliente le resulta más que difícil y costoso enterarse de este perjuicio, justificándose una política activa de la Bolsa de fiscalizar esta potencial irregularidad. Por alguna razón que desconozco, en el pasado el directorio de la Bolsa ha sido reticente a entregarle al Comité de Buenas Prácticas todos los recursos y competencias para fiscalizar este riesgo. Una lástima, considerando que la mayoría de los mercados financieros más sofisticados sí cuentan con organismos autorregulatorios empoderados, independientes y complementarios a la autoridad regulatoria gubernamental.
Respecto del gobierno corporativo de la Bolsa, dos propuestas complementarias. La primera, prohibir por estatuto que se pueda ser al mismo tiempo director de la Bolsa y director de sociedades anónimas abiertas. Esa limitación ya existe por ley para quienes son directores de corredoras, de manera que hace total sentido extenderla para quienes ejerzan el cargo en la Bolsa. Si está limitado respecto de las corredoras, hay mayor razón entonces para impedirlo respecto de su ente aglutinador. La segunda, modificar los estatutos para que el directorio de la Bolsa considere al menos un cupo obligatorio para un director independiente. Me parece que en el mercado no hay dos opiniones respecto de la buena experiencia que fue haber contado con la opinión autónoma de Juan Andrés Fontaine como director independiente de la Bolsa, rol que lamentablemente solo desempeñó hasta la reciente Junta de Accionistas.